¿Sabes para qué vale el trabajo que haces cada día?

Hará unos años, tampoco te pienses que muchos, materialicé en un “cutre” trozo de papel una idea bastante obvia, que andaba desde hace otros tantos años rondando por mi cabeza: ¿cuanto tiempo estoy desperdiciando por la ceguera que produce la vorágine del día a día?
Estaba en uno de esos momentos en los que tienes tanto trabajo que no tienes tiempo para pensar en otra cosa que no sea el minuto a minuto, el dónde es mañana la próxima reunión y con que metro o avión llegar. De esas épocas que te concentras en terminar cosas… y dos segundos después de terminarlas ni recuerdas lo que has terminado.
Por aquella complicada época, uno de los proyectos en que estaba era en Barcelona. Aquel día había terminado allí una reunión complicada, en la que además se juntó que uno de los participantes se comportó de manera especialmente grosera (no soporto la gente grosera y que pega voces en reuniones aprovechándose de ser jefe y cosas de esas). Por si fuera poco el avión se retrasó, pero como no hay mal que por bien no venga… le agradezco a Vueling que aquello me diera tiempo para pensar.
Para pensar… ¿qué estaba haciendo con mi carrera profesional? ¿sabía yo mismo a dónde iba? ¿sabía ni si quiera lo que había hecho hace dos días y lo que iba a hacer dentro de dos? Y lo que más me incomoda, y que en los picos de trabajo tanto se te olvida… ¿pero para qué? ¿qué razón tiene todo este estrés? Y por razón me refiero a algo más profundo que por cobrar un sueldo.
En aquel momento, cogí la tarjeta de embarque, el pdf impreso en papel, le di la vuelta y  fui escribiendo por filas, una tras otra, todas las tareas que tenía abiertas: el informe para Pepe, instalar la herramienta para Juan, contestarle el correo a Manolo, la duda de Scrum de Bernardo, sacar el billete a no sé donde, etc. Y dos columnas: tarea (a) “rutinaria que en el futuro caerá en el olvido y no habrá servido para mas allá que salvar el marrón del momento”, (b) “tarea de futuro, inversión que me hará mejor profesional en el futuro (lo que no sólo incluye evolución profesional, incluye también difundir conocimiento, enseñar a otros, legar algo, realización, cosas tipo leer libros, formación, escribir, viajar, networking, etc.)”.
Efectivamente, como has podido adivinar, toda la lista enorme de tareas, en filas, tenían todas una X en la primera columna, la (a), toda tarea era “rutinaria que en el futuro caerá en el olvido y no habrá servido para mas allá que salvar el marrón del momento”.
No pude dejar de pensar durante todo el vuelo que si eso seguía así mi evolución profesional seguiría ahí mismo… “rutinaria que en el futuro caerá en el olvido y no habrá servido para mas allá que salvar el marrón del momento”. Eso sí, y yo con más años.
Algunos llaman a esto separar lo importante de lo urgente, otros “que los arboles no te impidan ver el bosque”, etc. Llámalo como sea, lo único que tengo claro es que no sé cómo… si no te paras a pensar en qué estas haciendo con tu carrera profesional en el día a día… te pasan 10 años y no te has dado cuenta que han sido 10 años de… (a) “rutinarios que en el futuro caerán en el olvido y no habrá servido para mas allá que salvar el marrón del momento”.
Aquella lista, la tengo guardada. La tengo pegada con un imán en una pizarra de metal que tengo frente al ordenador. La tengo guardada para que no se me olvide aquello.
Desde entonces, en el que yo llamo mi backlog de tareas (una lista enorme de cosas pendientes en Todoist), toda tarea que entra tiene que ser etiquetada con una (F) delante del nombre si le aplica. Y le aplica la (F) si esa tarea es una tarea de futuro, de las de tipo (b), de ahí la (F).
Desde aquello, me comprometí desde entonces a que en la planificación diaria, esa de “qué tengo que hacer hoy”, siempre tenía que haber, al menos, una tarea con (F).
Gracias a ello hoy estás leyendo este post. Y gracias a ello te puedo dejar mi humilde conocimiento todos los días de lunes a viernes. Y gracias a ello he podido escribir el libro de supervivencia a una planificación ágil y el de gestión ágil de proyectos. Etc.
Las llamadas tareas rutinarias son inevitables, eso es obvio, nadie puede borrarlas de su vida, siempre hay que hacer una propuesta, una factura, un informe, contestar un correo, etc. El problema viene cuando el 100% de tus tareas son rutinarias y no estás plantando nada para el futuro (tuyo o para dejarle algo altruistamente al resto). Piénsalo.

Javier Garzás

0 comentarios en “¿Sabes para qué vale el trabajo que haces cada día?”

  1. Muy buen post, Javier.
    Con el que nos podemos sentir identificados ya que lo hemos vivido muchas veces, y muy bien expuesto desde tu vivencia personal.
    Enhorabuena por el mensaje, por lo que has aprendido tú, y por compartir este blog.
    Un abrazote

  2. Hola Javier, Un método que uso para este tipo de problemas y que me funciona muy bien (tu lo citas) es el que permite repartir todas las actividades a realizar en uno de los 4 cuadrantes que sale de la matriz urgente-importante:
    Si la tarea es no urgente y no importante negocia no hacerla, no vale para nada (sé asertivo).
    Si es urgente y no importante intenta delegarla, desviarla,…
    Si es urgente e importante, ponte con ella lo antes posible y resuelvela.
    y las que caen en el cuadrante no urgente pero importante son la clave del método ya que nunca se resuelven (no son urgentes) y son las más importantes ya que su resolución normalmente permiten mejorar el proceso (método de trabajo) y hacen que las urgentes e importantes disminuyan y mejore tu calidad de vida y la eficiencia en tu trabajo.

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