—¿Hemos desperdiciado la vida?
—Eso depende de cómo se mire. No creo que el mundo haya mejorado gracias a nosotros.
— No, eso no.
— Ni tampoco creo que nadie llore nuestra muerte.
—Bueno, pues que no lloren.
— No hemos realizado muchas buenas acciones.
—Ninguna, eso sí es verdad.
— El hombre que pudo reinar (1975)
Una de mis películas preferidas, “El hombre que pudo reinar”, película de 1975 (gran año), basada un cuento escrito por Rudyard Kipling y que protagonizan Sean Connery (Daniel Dravot en la peli) y uno de mis actores favoritos: Michael Caine (que hace de Peachy Carnehan).
Muy resumidamente, y esto es un spoiler (como le dicen ahora), la peli cuenta como Daniel Dravot y Peachy Carnehan, dos canallas ex militares británicos, viajan en el s. XIX a Kafiristán. Después de varios sucesos uno de las empresas los pueblos Kafiristaní acaba ascendiendo encumbrando a Daniel a los más altos puestos directivos de su jerarquía, nombrándole Dios, puesto que hace a Daniel perder el contacto con la realidad, creerse por encima de todo y creer que sería un directivo Dios intocable para el resto de la eternidad.
Peachy, más realista, es consciente de que el momento que viven es temporal y decide prepararse durante todo el año para, cuando llegue el buen tiempo, abandonar la empresa el pueblo, organizar su marcha y volver al mundo civilizado, a ganarse la vida (eso sí, contando con cierto dinerillo conseguido en el puesto anterior, en el pueblo Kafiristaní).
A Daniel el puesto de Dios se le sube a la cabeza, y decide quedarse, tranquilamente, disfrutando y mandando, pensando que su puesto de directivo Dios será para siempre. De hecho, hasta plantea casarse con la bella lugareña Roxanne. Pero, es lo que tienen los altibajos de la parejas, cuando están en los preparativos de la fiesta nupcial alguna pequeña discusión, quién sabe qué sería, seguro que de poca importancia, hace que Roxanne muerda a Daniel en la mejilla.
El pueblo, al ver a Daniel sangrar, pensó que un directivo Dios que se precie, como Dios quiere y manda, no debe mostrar debilidades, ni características humanas, ni sangrar si quiera, por lo que despiden expulsan a Daniel del cargo, quedándose este despojado, sin saber qué hacer, sin saber cómo pudo pasar, errando y huyendo… hasta que muere.
***
El hombre que pudo reinar: Una cosa eres tú y otra tu empresa, esa para la que trabajas, y tú no puedes dejar de ser tú, pero si puedes dejar de ser parte de la empresa en la que trabajas. Así es la vida.
Y ese momento llegará, créeme, llegará, legará el día en que dejes la empresa en la que estás.
Será la crisis, si así fuese será más bien el cambio de ciclo, será lo que quiera que sea, pero desde hace ya un tiempo considerable, mes si mes no, alguien viene a verme, desgraciadamente, para contarme que después de años de servicio, siendo directivo, teniendo un puesto alto, siendo jefe de proyecto o simplemente teniendo un puesto cómodo en una empresa grande… ha sido despedido. Bye, adiós.
“-Quién me lo iba a decir-“. “-Después de años trabajando ahora estoy en la calle. Eso sí, con una interesante indemnización, pero es que me quedan como unos 20 años [véase 20 años a fecha de hoy, que al ritmo que va la cosa esos 20 años serán 25 o 30 realmente] de vida profesional y ahora no sé donde me voy a colocar. Y lo peor es que más allá del cargo que ocupé y los años que allí pasé… poco más currículum tengo-“.
Es una situación bastante complicada, encuentras gente, volviendo a hacer cursos y currículum típicos de los primeros años de carrera profesional. De todas maneras, de todo se sale, o no, pero aun así en esta situación el camino es duro y arriesgado.
“-Y de regalo una pluma usada-“.
Recuerdo cuando trabajaba en una de esas empresas de renombre, en uno de esos cargos de “reinar”, un día llegó, así sin pensarlo, como el que no quiere la cosa, un día cualquiera, así casi sin pensar que llegaría, llegó el día que nos despidieron. Ya sabes, cambios de directiva, unión de departamentos, esas cosas. Yo estaba subcontratado allí, aún más fácil y rápido fue prescindir de mi, ni indemnización ni gaitas. Bye, adiós.
Lo que nunca olvidaré será la despedida que me organizó el que fuera mi jefe. Mientras el recogía las cosas de su despacho, no porque lo hubiesen despedido, sino porque lo cambian de ubicación, encontró una pluma usada que le habían regalado y en vez de tirarla me la regaló “-ya que te vas te doy este regalo-“. Gracias, ese fue el homenaje que recibí por haberme dejado las noches y los fines de semana trabajando para aquella empresa.
Gracias, sinceramente, porque desde ese día me reafirmé en algo que ya sospechaba: nunca olvidaré que yo soy lo que soy por lo que yo soy (así, tan retorcido como simple). Seré lo que yo personalmente sé, lo que haya hecho y lo que pueda poner en mi currículum. Mi inversión, en mí, en mí currículum. Yo, mi currículum.
Mi humilde consejo: no te olvides nunca de ti, que viene a ser no te olvides de tu currículum, de tu preparación personal y profesional. Nunca. Por mucha seguridad que te de un cargo, una gran empresa con un gran nombre, una ostentosa tarjeta de visita, recuerda que todo tiene un final, y que hay veces que llega antes de lo esperado,
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Hace tiempo me ocurrió algo parecido. La empresa donde estaba empezó a atravesar problemas económicos y a medida que empezaba la gente irse, a los pocos que quedamos prescindieron de nosotros y empezaron a externalizar trabajo a otros países.
A día de hoy, estamos a espera de juicio para que nos paguen lo que nos deben.
Lo primero que aprendí es lo poco que valoran nuestro trabajo y sobre todo, a no aguantar situaciones críticas pensando en la empresa y sí pensar más en mi porvenir.
¡Cuánta razón tienes!
Yo no he sido una gran directiva ni mucho menos. Pero tras tres años como falsa autónoma en una empresa, dejándome la piel, trabajando millones de horas, dirigiendo equipo, sacando varios proyectos a la vez y siendo responsable de millones de cosas, en cuanto pedí que me contrataran, que me subieran el sueldo y que intentáramos organizar un poco las cosas, me dijeron que «eso no podía ser». Me entregué al 100%, esa empresa era casi como mi familia y eso fue un golpe más personal que profesional y me fui de allí.
Pero la realidad es que tú eres tú y la empresa es la empresa. Ellos piensan en su beneficio y tú sólo eres el medio para llegar a él. Triste pero cierto.
(por cierto me ha encantado la anécdota de la pluma, jaja, qué grande tu ex-jefe)
Un saludo
😉
Creo que tienes la razón y creo que la gente joven cada vez tiene más esa mentalidad, más atrevida y orientada a su persona. Aunque algunos esperan conseguirlo con menos esfuerzo y eso es imposible.
Formarse de verdad al mismo tiempo que trabajas es duro. Puedes hacerlo unos años pero en el mundo de la tecnología y la ciencia sabes que es para toda la vida.
A mi Javier me has deprimido 🙂
Depresión nada, que el post era para animar y sacar «la mirada del Tigre» 😉
Yo viví eso mismo. Pude estar hasta 12 horas al día currando durante demasiado tiempo, y me malpagaban 8 horas. Un día me despidieron por «bajada voluntaria de rendimiento». Te quedas a cuadros. A mí no vino a despedirme nadie, de hecho firmé (no conforme, pero daba igual lo que pusiera, la banca nunca pierde) la comunicación y la persona que me estaba finiquitando se fue. Afortunadamente volvió a darme el cheque de mi sueldo (lo cual es de agradecer), y tuvo la gentileza de extender su mano para que se la estrechase… Me la tuvo que poner casi en la misma cara para que yo volviese al mundo (es que con la mierda de sueldo que me pagaban me financiaba consultas médicas que necesito, por eso no me importaba trabajar 12 o 20 horas al día, era mi vida lo que me jugaba, no un trabajo).
Pero así están las cosas. En mi último «proyecto» escuché al Director decir «la izquierda muerta», con sorna, y dejé el proyecto (total, ellos van a hacer lo mismo y además, yo ya he fregado barras de bar y no me da miedo, a lo mejor él lo lleva peor), a su inferior decir «Vosotros aquí sois el último mono» (escucha, los monos que te bajan los cocos, que no se te olvide).
No es cuestión ni de un lado ni del otro ni de arriba o de abajo, blanco, negro, malvavisco o lo que quieras. Es cuestión de trabajo. Mi trabajo hace dinero para ti (para ti mucho). Yo sobrevivo y tú puedes hacer dos cosas, quedarte el dinero o mejorar el negocio. Si haces lo primero me estás dejando muy claro que yo currando en tu empresa no tengo mi plato de comida garantizado. Y puesto que a mi nivel trabajo para comer, permíteme que te deje ahí regocijándote en tus complejos de superioridad que yo tengo muy claro que el que yo pueda comer o no sólo me importa a mí y a los míos.
Y lo de la pluma Javier… Demasiado civilizados somos.