He aprendido que, si no es por esto, nunca nos habríamos tomado en serio el teletrabajo, hasta el punto de comprobar, en mis propias carnes, que desde casa de puede trabajar tanto, o mucho más, que en presencial.
He aprendido, y he sido consciente, de las veces que inconscientemente nos tocábamos la cara.
He aprendido a quitarme unos guantes como lo hacen los profesionales sanitarios.
He aprendido una ruta para salir a la calle (las pocas veces que lo hago, por compras de causa mayor, que, recuerda, hay que quedarse en casa), saliendo de casa, atravesando el portal y la urbanización… sin tocar ni una puerta con las manos. Incluyendo haber aprendido a abrir una de las puertas utilizando habilidosamente el pie.
He aprendido que el «a mi/a nosotros/a mi país/a el mundo no me/nos va a pasar» es tan estúpido, y común, como innato a la condición humana.
He aprendido que el alcohol, si lo usas mucho para lavarte las manos, te agrieta la piel.
He aprendido que hacer la compra por web puede ser tan complicado y emocionante como sacar una entrada para un concierto de Rolling Stones. Así que, como muchas veces no está siendo posible…
He aprendido que salir a hacer la compra del mes se ha convertido en una emocionante aventura de riesgo, tanto que me hace sentirme Robert Neville.
He aprendido a hacer cola en la farmacia empezando desde la esquina que está a 20 metros de la puerta. Y he aprendido que una cola de gente muy larga ya no significa que haya mucha gente dentro de la farmacia.
He aprendido que, aunque sabemos que el virus no se pega con la mirada, si se da la muy extraña circunstancia de cruzarse con alguien a menos de 5 metros… ambos miraremos para abajo, como si eso evitara el contagio.
He aprendido el gustito que puede llegar a dar tirar la basura. Y…
He aprendido que una bolsa de basura puede ser el salvoconducto más preciado del universo.
He aprendido a pensarme dos veces si es buena idea tirar sobras de comida.
He aprendido a disfrutar de cocinar sobras (y que las croquetas son un arma imprescindible y de primero de pandemia).
He aprendido a mirar al papel higiénico con otros ojos.
He aprendido que aquello de que todo puede cambiar y que el futuro es incierto, por muy Ágiles que nos creíamos, y contáramos mucho la historia esta del VUCA y tal, no lo teníamos ni medio interiorizado.
He aprendido que nos creíamos muy avanzados con tanta web, iphone, IA, Big Data, y más palabros «fashion», pero que la naturaleza con 100 nanómetros nos han quitado la tontería.
He aprendido que vivíamos en una zona de confort premium y que cuando salíamos de ella, mayormente, era postureo.
He aprendido que una reunión desde casa puede ser más intensa que una presencial.
He aprendido que eso de que ahora íbamos a tener un montón de tiempo para poder terminar todo aquello que teníamos pendiente… era, una vez más, mentira.
He aprendido palabras como Teams, Zoom y Mural.
He aprendido que cuando haces una video conferencia se puede difuminar el fondo, incluso ponerte uno que simula estar en la playa (que combinación más malvada) y que incluso te puede ser muy útil si no te ha dado tiempo a colocar la habitación (o, al menos, lo que sale de fondo en tu cámara).
He aprendido a trabajar con pijama de cintura para abajo.
He aprendido que en casa, con apenas material, puedes hacer igual o más ejercicio que en el gimnasio, hasta el punto de cuestionarme si tiene sentido volver cuando esto acabe (¿para qué queríamos gimnasio? ¿necesitábamos tantas cosas?).
He aprendido que tengo un vecino que toca la corneta y otro que toca el tambor, los dos nos amenizan la larga y confinada estancia todos los días a las ocho.
He aprendido, o eso me creo, vía YouTube a como auto-cortarse el pelo (pero aún no he tenido el valor de hacerlo, así que ya no me miro con tan malos ojos ese look a lo Lobezno que se me está quedando).
He aprendido a encontrar maneras inimaginables para estar en contacto con gente con la que no podía dejar pasar una cuarentena sin estarlo. Y he aprendido que, aunque nuca va a ser igual que el cara a cara… «la necesidad estimula la mente».
He aprendido que un niño de un año y medio es capaz de planificar minuciosamente una fuga, cavando bajo el parquet un pequeño túnel con una cuchara e intentando huir simulando que está dormido… escondiendo un oso bajo las sábanas.
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y yo te comento una más, he aprendido que los niños tiene un poder de adaptación, resistencia, resilencia y madurez, que a más de uno deberíamos colocarlo en algún que otro puesto que igual hasta enderezaban las organizaciones :o)
Totalmente, llevas mucha razón.
De las 28+1, en todas de acuerdo, pero matizo lo de hacer deporte. A mi me resulta imprescindible el contacto con la naturaleza, al menos de tanto en tanto. Hacer senderismo, especialmente las rutas que utilizaban antiguamente las reatas de animales de carga para el transporte de mercancias a zonas rurales de dificil acceso. Muchas se han perdido pero se está recuperando mucho para senderismo. Y siempre encuentras gente mayor dispuesta a contarte de todo. Auténtico…
Divertido e instructivo post, para reír y reflexionar en época de pandemia.
Eso es verdad. Yo es que hacía mucho «indoor», quizá habrá que replantearlo también.
Muy buenas reflexiones sobre las enseñanzas de esta pandemia, especialmente acerca de las cosas que parecían imprescindibles y no lo eran.
Yo he aprendido a valorar una copa de vino de una botella abierta durante más de 3 días,sin tapón de vacío ni nada que se le parezca….¡Qué más da! El momento con los tuyos es igual de rico.
Gracias por compartir!
gracias por compartir tus aprendizajes en esta cuarentena, que me vengo planteando esto de lo necesario y suficiente para vivir, la tranquilidad mental , interna , la practica de ejercicio y meditación en casa me esta ayudando bastante a darme cuenta de lo necesario y suficiente .
poder disfrutar la vista de cada a atardecer desde mi balcón si que se a convertido un momento simple y bello en estos días que estoy en casa. 🙂
Gracias por compartirte ! 🙂