Supongo que esta sensación también la habrás tenido tú alguna vez: crees observar un patrón, un comportamiento, que se repite en muchas situaciones de tu vida profesional, piensas que, quizá, ese comportamiento que has observado, que se repite muchas veces, es algo que solo te pasa a ti, que sólo tú lo has visto, hasta que alguien te cuenta que también le pasa algo similar, o lees en un libro que a otros también les pasa, y entonces ya no te sientes como tipo de pensamientos raros.
Eso me pasó con los «sentimientos» que siempre acompañan a un cambio, Ágil o el que sea. Tenía la sensación de que todo cambio iba acompañado de un sentimiento (miedo, orgullo, esperanza, etc.), hasta que leí a otros que también hablaban de ello.
Si me pongo a recordar, por desgracia, no he visto terminar bien todos los cambios Ágiles que he visto iniciar. Pero tampoco he visto que una «transformación Ágil» (u otro tipo de cambio) arrancase bien sino había un fuerte sentimiento subyacente que la impulsara.
Investigando sobre el tema, Kotter (famoso por escribir sobre el cambio y del que hay algunos post en el blog, como son este y este) ya habló de la importancia del sentimiento, a la hora de cambiar, en su The Heart of Change Field Guide: Tools And Tactics for Leading Change in Your Organization. Y también se habla de ello en Cambia el chip: Cómo afrontar cambios que parecen imposibles. Así que el tema no es novedoso.
Los sentimientos son los que cambian comportamientos y no tanto los razonamientos. Uno empieza a hacer deporte no porque vea estadísticas sobre sus beneficios… sino porque, por ejemplo, siente que su salud está en riesgo.
Una transformación Ágil, por ejemplo, tiene futuro no porque alguien la inicie contando en un PowerPoint datos sobre los beneficios, mostrando estadísticas sobre cuántas empresas ya trabajan de manera ágil… sino porque el grupo que la inicia comparte un sentimiento que impulsa el cambio.
El sentimiento más típico que acompaña a cambios como el de una transformación Ágil es el miedo, que es un fuerte, y peligroso, sentimiento negativo, aunque hay veces, menos, que son sentimientos positivos, como la necesidad de sentirnos orgullosos de cómo trabajamos.
Es por ello que si, por ejemplo, quieres que tu equipo de desarrollo se involucre en un cambio, para que tus clientes estén más contentos, va a funcionar mejor que hablen con un cliente insatisfecho, que esto les genere un sentimiento. Funcionará mejor que enseñarles un PowerPoint con las cifras de quejas por parte de clientes.
Un gran cambio necesita de un fuerte sentimiento que lo empuje. Hasta el punto de que hay quien dice por ahí que, en un gran cambio, es necesaria una crisis previa que genere un fuerte sentimiento que impulse cambiar.
Técnicamente, hablamos de sentimientos, no de emociones, que no son exactamente lo mismo (si quieres profundizar sobre la diferencia lee el El error de Descartes: La emoción, la razón y el cerebro humano, aunque te aviso que es un libro duro de leer), pero no creo que merezca la pena perdernos en tecnicismos, creo que con lo hasta aquí escrito… me habrás entendido.
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