El experimento Milgran en nuestro mundo de normas y procedimientos

Cuenta la leyenda, aunque parece que está bastante contrastada su veracidad, y hay un par de artículos que así lo cuentan (y se dice que se grabó un documental que está desaparecido), que allá por los 60 un científico llamado Stanley Milgram, de la Universidad de Yale, realizó una serie de experimentos para estudiar hasta que punto podía llegar la obediencia de los humanos a la autoridad. La inspiración para este estudio vino del Holocausto y de los Nazis, de hasta que punto millones de personas siguieron ordenes inmorales sólo porque una autoridad se lo pidió o si realmente aquellos ejecutores eran cómplices de aquellas atrocidades.
Muy resumidamente (si quieres profundizar más pon experimento Milgran en Google y te aparecerá mucha información), el experimento consistió en que a un voluntario, desconocedor del experimento y sus fines, se le pedía que ejerciera el rol de «maestro». Por otro lado, un científico, que si conoce y forma parte del experimento, cosa que desconoce el «maestro», ejercerá el rol de «alumno». Y un tercer rol, el del científico que ejerce la autoridad durante el experimento y sobre el maestro.
El alumno se sitúa en una habitación, atado a una especie de silla eléctrica, con electrodos, y al que puede verse a través de un cristal. Mientras se va sentando y preparando al alumno el maestro va escuchando como se advierte al alumno de que puede recibir descargas eléctricas muy dolorosas, aunque no mortales.
Posteriormente, tanto al maestro (recuerda que es la cobaya del experimento) como al alumno se les da una descarga real de 45 voltios, para que el maestro vea lo que puede llegar a sufrir el alumno que está atado a la silla con electrodos.
Terminado lo anterior, se van haciendo preguntas al alumno y se pide al maestro que cada vez que el alumno falle accione un mecanismo que hará que el alumno reciba una descarga eléctrica. Si los errores se van sucediendo la descarga irá aumentando, de 15 en 15 voltios, hasta llegar al máximo, que eran 450 voltios. Realmente, las descargas son ficticias y el alumno las simulará (gritando, golpeando la silla, etc.), pero el maestro no lo sabe.
Tras las primeras descargas aquellos que ejercieron el rol de maestro se ponían nerviosos, pero la dura insistencia del «jefe», del científico, pidiéndoles que siguieran, que era un requerimiento del experimento que no parase, hacía que los maestros continuaran administrando descargas a los alumnos. El 65% de los participantes, de los maestros, llegó a aplicar el máximo voltaje a sus alumnos, los 450 voltios. Ningún maestro se negó a seguir con el experimento hasta llegar, al menos, a los 300 voltios.
Hay un montón de interpretaciones del experimento, muchas replicas, variantes, mucho escrito, etc. Una interpretación interesante la dio el mismo Milgram, que hablaba de que cuando uno cumple ordenes se ve como un instrumento y no se siente responsable de las implicaciones de lo que hace.
Y ahora visto lo anterior, ¿podríamos extrapolar todo esto a nuestro día a día? Quizá sustituyendo el maestro del experimento por un cargo superior de la empresa, por un absurdo procedimiento de compras basado sólo en precio y olvidando la calidad software, o hasta por una metodología, que, aun siendo absurda, aun provocando malos efectos de los que somos conscientes… no nos planteamos no aplicarla ya que… es la autoridad y no somos responsables de los malos efectos que pueda producir. Quizá sea por esto que nos guste decir «qué dice la metodología de turno que hay que hacer», liberándonos de responsabilidad frente a las consecuencias de su aplicación.

Javier Garzás

6 comentarios en “El experimento Milgran en nuestro mundo de normas y procedimientos”

  1. Recordé inmediatamente la «obediencia debida» que esgrimieron los militares argentinos juzgados por las desapariciones de la ultima dictadura.
    En org. IT lo mínimo que hay que hacer -cuando no se tiene la autoridad suficiente- es dejar constancia del riesgo de ciertas decisiones que no se comparten. Alguien me decía que no iba a las reuniones de cierto Comité porque no compartía las decisiones; sin embargo a esas reuniones hay que ir para dejar sentada -al menos-la opinión que se tiene.

  2. La película de 2015 titulada «Experimenter: La historia de Stanley Milgram» trata del famoso experimento y la obediencia de los sujetos a una autoridad creíble, dícese con bata blanca o apariencia de autoridad científica.

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