Escribía Postman, en The Disappearance of Childhood (la desaparición de la niñez), de 1982, que no siempre hubo una diferenciación entre niñez y adulto, que, por ejemplo, durante la Edad Media no había mucha diferencia, socialmente hablando, sólo había hasta que el niño empezaba a hablar, luego se le consideraba adulto y se le trababa como tal.
Con el tiempo esto cambió, y fue la creación de la imprenta la que potenció el concepto de niñez, ya que había que saber leer para ser considerado adulto, había que aprender y se extendieron las escuelas y durante el tiempo que el niño estaba en ellas se preservó la etapa de la niñez.
Eso fue hasta que llegó la televisión, la cual hizo más difícil separar el mundo de los niños del mundo de los adultos, la TV no se cortaba en enseñar cosas de adultos a los niños (y eso que Postman no conoció la Web como nosotros la conocemos), a casi cualquier hora del día. En resumen, que cada vez hay menos tiempo de niñez.
Hay una relación entre la innovación y la niñez, los niños son innovadores por naturaleza, porque cuentan con algo que también tienen, aunque en mucha menor medida, los que más innovan… no hay restricciones ni pensamientos limitantes.
Un tal Cropley escribió una vez (también lo puedes encontrar en el libro de Management 3.0), que hay tres fases de creatividad:
– La pre-convencional, que es la de los niños, mientras mantengan la niñez, y que en nuestros tiempos, normalmente, se dice, que tiene como privilegiados a los menores a 8 años.
– La de creatividad convencional, que va hasta los 12 años, en la que ya aparece el efecto de las restricciones, y convenciones, las limitaciones mentales, pensar con reglas.
– La post-convencional, que suele aparecer de 12 años en adelante, la de los adultos, en la que la experiencia, lo aprendido, las reglas, las convenciones, limitan o condicionan la creatividad. La del «siempre se ha hecho así», la de «si así ha funcionado / lo hacen otros… ¿por qué cambiar?», la del “es que nuestro caso es especial, somos diferentes, para qué intentarlo”.
El tema al que voy con todo esto es que la innovación es mayor cuando se ignoran las restricciones, se rompen reglas, se piensa diferente, y que cuantas más restricciones, normas, mas de «esto se ha hecho así siempre», etc… menos innovación hay.
Y hoy, más que nunca, necesitamos mucha innovación.
Y si necesitamos mucha innovación nos quedan varias opciones. Una poner a innovar a niños, opción no descartable pero complicada. Otra pensar como niños, cosa que es imposible pero que se puede aproximar algo.
Y esa aproximación es la de fomentar una cultura (La cultura se come a la estrategia para desayunar) de ruptura constante, o cuestionamiento constante, de costumbres, reglas y restricciones.
Está claro, no es fácil, salir de lo de siempre, de la zona de confort, es difícil, la «cabra siempre tira al monte». Pero como manager del tiempo que te ha tocado vivir… te ha caído la responsabilidad de cuestionar las reglas, probar cosas nuevas, equivocarte, aprender de ello, volver a empezar… e incitar a otros a que también lo hagan.
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Hola Javier
Estoy de acuerdo, el reto es que esté en la cultura.
Es buenísimo tener perfiles creativos… pero mucho mejor es hacer el caldo cultural para que luego salgan buenos guisos…
Si bien es cierto que la cultura también que promoverla y expandirla, liderarla.
Si soy un directivo que quiero promover una cultura que fomente el cambio tengo que ser ejemplo de cambio constante y crear sistemas que lo fomenten.
Un abrazote.
Lo mejor es tener al menos un ADHDer en la direccion, que no podrá evitar pensar sin restricciones:
https://www.forbes.com/sites/dalearcher/2014/05/14/adhd-the-entrepreneurs-superpower/#5b55011359e9
Buen articulo
Muy interesante y como mi compañero comentador Santiago, muy de acuerdo contigo Javier.
Añadiría que no es algo que haya que hacer sino que es algo divertido! ¿o hay algo más emocionante que crear nuevas cosas y verlas funcionar?
En mi opinión son dos las principales barreras para que esto ocurra de forma efectiva:
– La vagancia: hacer algo de forma diferente requiere un pequeño esfuerzo, para alguna filosofía de vida, esto choca de pleno: «¿para qué complicarme la vida con lo agustito que estoy?»
– El miedo: romper con lo preestablecido y ser verdaderamente disruptivo puede dar miedo, lo desconocido, el no saber qué va a pasar después asusta: «a ver si me meto en un jardín del que no voy a poder salir»
Pero como con todo siempre hay solución y todo ello pasa por un catalizador fundamental, tiene que venir inspirado por alguien, el proceso es realmente sencillo (no debe ser de otra manera), pero son muchos los que necesitan ver las cosas funcionando para creerselas, en caso contrario las considerarán fantasías. Como muy bien dice Santiago lo suyo es que la primera persona que haga esto sea el directivo.
Podemos entonces así encontrar frases diferentes que respondan a las dos de antes:
– Porque me compensa y además es divertido
– No es tan complicado, sólo es adaptarse a un pequeño cambio de costumbres, lo demás viene sólo
Interesante Norberto, gracias por el comentario!