Lo que os voy a contar en este post seguro que decenas de libros de “gestión del cambio” lo habrán contado, le habrán puesto nombre, muchos lo habréis visto, etc. Podría haber tirado de Google para haber complementado con teorías lo que aquí te voy a contar, pero lo he evitado a toda costa, quiero transmitirte sin “contaminar” un tema personal – profesional, un comportamiento que se repite una y otra vez, que me encuentro muy frecuentemente… es mayor el miedo al cambio que continuar sufriendo la situación actual.
Todo suele comenzar cuando te enfrentas a una situación, empresa, proyecto, grupo humano, que lleva trabajando en lo que hoy todos solemos llamar modo “tradicional” o “clásico”, proyectos en cascada, grandes temporalidades, requisitos enormes y cerrados, penalizaciones, estimaciones imposibles, fechas imposibles, aplicaciones imposibles de mantener, equipos enormes, múltiples departamentos, testing sin efectividad, gente muy quemada, grandes tiempos para añadir valor al software, etc., lo dicho, un clásico.
Curiosamente, en la situación anterior nadie está contento, normalmente cuando analizamos en grupo la situación, hacemos una puesta en común de “penas”, en las que estamos de acuerdo en los miles de problemas, errores, despropósitos y sinsentidos de esa manera de trabajar.
Superada la fase de puesta de penas en común, empezamos a hablar y exponer otras maneras de trabajar, estamos de acuerdo en que en la situación actual no estamos cómodos, habrá que cambiar ¿no?, entramos en lo que hoy todos solemos llamar “agilidad”, si bien yo no me cansaré de repetir que lo que hoy metemos en el saco “agilidad” son en gran parte buenas prácticas que aparecieron mucho antes incluso de que la palabra “ágil” apareciera en el mundo de la tecnología (a esto ya le dediqué en su día un post, el de Agilidad… ¿Algo novedoso? ¿Estás seguro?). Y en este punto, visto un posible futuro que se muestra alentador, muy curiosamente, la cosa cambia, la mentalidad de gran parte del grupo cambia, entramos en una tercera fase de rechazo…
Empieza la fase de la crítica a esa supuesta nueva manera de trabajar. Que si el cliente no nos va a dejar, que si los contratos son así, que si desarrollo nos va a engañar, y la de las justificaciones, que si eso solo le funciona a Google, que si eso es para gente joven, que si eso es para empresas de no sé qué tipo, etc. (tengo que hacer un post de excusas) Al plantear esa situación de futuro apocalíptico, ese no va a funcionar, empieza a crearse la sensación de que la situación actual… no es tan mala, pero ¿no habíamos coincidido en que la actual era una situación insostenible?
Pero lo más curioso no es esa fase de crítica, porque la crítica no es mala, es incluso necesaria para adaptar y ajustar una pretendida nueva manera de hacer las cosas, lo más curioso es que todo lo que se critica a la nueva manera son posibles problemas, no comprobados, de los que no se tiene seguridad de que ocurran, que a quién ha dado el salgo no les han ocurrido, pero que todos ellos… ¡si existen, ampliados, en la actual manera de trabajar! ¡ya los tenemos!
Cuando veo el recorrido completo, de un pensamiento a otro, la cosa me resulta, digamos, muy curiosa, mi conclusión al respecto es que es mayor el miedo al cambio que continuar sufriendo la situación actual.
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Versión más popular:
f(querer hacer, saber hacer, que te dejen hacer) = apaga y vámonos
Versión necesaria (no sabemos si suficiente):
g(querer hacer, saber hacer, que te dejen hacer) = urge un cambio ¿empezamos?
La otra alternativa es:
f ° g = ¿alguien sabe el teléfono de un buen psiquiatra?
Está complicado el asunto…