Cuando en julio terminé el último curso de la carrera, ingeniería informática, tenía claro que hasta septiembre no tenía mucho sentido buscar trabajo, dado lo próximo que estaba el periodo vacacional y el consiguiente parón en las empresas.
Mientras esperaba la fecha de ponerme a enviar currículums, dedique aquel verano a preparar las futuras entrevistas. Y para ello, cree un plan de lectura, que ejecuté concienzudamente durante julio y agosto.
Aquel plan de lectura, a veces de re-lectura, y de preparación para el futuro laboral, y las entrevistas previas, incluyó principalmente libros como aquel enorme de Meyer sobre Orientación a Objetos, el ágil XP de Kent Beck, el Rapid Development, el Use Case Driven Object Modeling with UML, etc.
La tarea fue dura, más aún al ejecutarse bajo en arduo verano Manchego.
Pero prácticamente completé al 100% los objetivos establecidos, destacando superar varios libros de metodologías, los que había de agilidad en aquellos entonces (algo de Kent Beck y Cockburn), terminar (ufff) el Meyer y complementar la lectura del Design Patterns con implementaciones de aquellos patrones en Java (el libro estaba en C++) que pude descargar por aquel entonces de la web, la impresión de aquellos códigos en papel y el “traceo” e implementación de los mismos.
Al final, como siempre, septiembre llegó. Y con él, los periódicos de color salmón se llenaron, por fin, de ofertas de empleo tecnológico…
Ofertas a las que correspondí enviando el correspondiente currículum. Y las empresas, casi todas, correspondieron a su vez conmigo proponiéndome la correspondiente entrevista de trabajo, en Madrid.
La primera entrevista fue en una multinacional tecnológica. Acudí con confianza, la de haberme preparado concienzudamente durante el verano. Pero, para mi sorpresa, ninguna de las pruebas o preguntas tuvo relación alguna con algo técnico. Ninguna.
Aquella situación para mi sorprendente fue dejando de serlo, al repetirse la situación una y otra vez: ninguna de las pruebas o preguntas tenía relación alguna con algo técnico. Ninguna. Ninguna, en ninguna de aquellas entrevistas en despachos de impresionantes edificios, ni en pruebas grupales, allí en un auditórium rodeado de multitud de candidatos, entre los que tenía la sensación de ser el único con formación técnica.
Y, sí, sí, los puestos ofertados eran para “programador software”, “informático”, “analista de sistemas” o similares.
Aquellas pruebas de selección eran psicotécnicos o eran test de inglés. Y si había entrevista personal, las preguntas eran del tipo a “tus mejores cinco cualidades”, “tus aficiones”, “te gusta trabajar en grupo”, etc.
Pero ninguna de las pruebas o preguntas tenía relación alguna con algo técnico. Ninguna. Pero ya no te hablo de un tema de patrones de diseño o similar, es que ni mirar una línea de código. Y te aseguro que, para mi desgracia, asombro y decepción, hice bastantes entrevistas.
Pero es que ni siquiera la carrera que habías estudiado, en mi caso informática, era un tema a tratar en los procesos de selección… bastaba con tener carrera.
“De poco había valido, de nada, aquel verano de lectura, de nada había valido lo que me enseñó Meyer, Beck, Cockburn, McConnel, etc.” Pensaba yo.
“Me he equivocado”. Aunque aquellos procesos de selección parecían absurdos, “¿cómo no seleccionaban a la gente para un puesto técnico en función de sus conocimientos técnicos?”, yo estaba seguro de que me había equivocado: “si todas esas grandes empresas tecnológicas, multinacionales con miles de empleados, no preguntan nada técnico para los puestos técnicos… quién era yo para pensar lo contrario… me había equivocado, alguna razón tendrían”.
Es lo que tiene el tiempo, él pone aprueba tu confianza en ti mismo, y para ello pone tiempo de por medio entre lo que tu crees hoy ciegamente y las pruebas que te demostraran estar en lo cierto (o falso), pruebas que llegaran tiempo después, entremedias… tienes que hacer el camino solo.
Finalmente, supere una de esas entrevistas en una multinacional. Sin necesidad de demostrar conocimiento técnico alguno, por supuesto.
Ya dentro, como trabajador, el tiempo pasaba y yo seguía sin ver donde estaba el truco de seleccionar personas sin evaluación de criterios técnicos, seguía sin verlo porque en una gran mayoría los conocimiento técnicos brillaban por su ausencia.
Y fue entonces cuando me di cuenta de que aquel verano de lectura y preparación no había sido un error.
No en vano, yo ahora era, prácticamente (y desgraciadamente), el único que en toda la empresa sabía de la existencia de unos tal Meyer, Beck, Cockburn, McConnel, etc. Y el ser el único tiene de bueno algunas cosas… que puedes elegir entrar en los para ti mejores proyectos ya que si en ellos se pide saber de cosas que se cuentan en Meyer, Beck, Cockburn, McConnel… tu eres el único que los conoces.
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